Churros




Estaba comprando churros en la calle y se me acerca un hombre extremadamente guapo: alto, barbudo, sonriente. Me mira y dice algo. En polaco, creo, porque justo estoy viendo una serie polaca y hablan así, sólo que aparecen subtítulos en español. Lo miraba y lo miraba y no aparecían los subtítulos. Movía mi cabeza como esos perritos chinos que parecen de cuello dislocado. Sonreíamos. Él hablaba y yo no entendía (y los subtítulos sin aparecer). No atiné a buscar mi celular en el bolso y decirle “selfie, selfie”, que eso capaz entendía (y solo me funciona la cámara frontal del teléfono). Pensaba en que tendría algo para contar el viernes en la radio, que me invitaron para hablar de amor. Y les mostraba la selfie con el polaco alto…
Pero me preguntaba algo de los churros. Sí. “Rico, rico” le dije, como si repitiendo la palabra,  entendería mejor y acentuara el sabor. Pagamos. Volvimos a sonreírnos. Y cada uno se fue por un lado opuesto de la calle con su “bolsita de cuatro churritos por $25, doñita" (y le di el último billetito de 5 que me quedaba a la señora que miraba todo con especial atención y el cuello doblado hacia arriba mirando a los altos, y hablando todo en diminutivo, como es costumbre en Jujuicito)

(La foto es de Pinterest: hasta que encontré el celular...)

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ser escritora

Los libros y el canto de los pájaros

El té y la literatura