Confesiones


 Fui golpeada, maltratada, herida, manoseada, vulnerada, desterrada, violada, humillada, echada, abandonada en plena calle... Estuve desamparada y tuve frío. Pero no fui una víctima Me amenazaron. Amenazaron y agredieron a mis mujeres. Mi abuela, mi madre, mi hermana, mi sobrina, mi hija... fueron también amenazadas. Sentí el hielo de un arma sobre mi vientre. Y la policía no me creyó. Me insultaron, atentaron contra mi cuerpo, mi alma, mi palabra... Me hicieron creer una historia en la que yo era basura y la creí por mucho tiempo. Pero tuve suerte. Mi familia me abrazó y cuidó. No me mataron (acaso mataron a la Valeria que fui) y seguí adelante, con mucho miedo y herida y llorando y sangrante. Pero no me mataron y pude escribir y alguien me leyó y me dio un valor que yo no había podido ver. No terminé tirada en un basural o descuartizada en un callejón. Pero me calificaron de las peores maneras y todos se creyeron con el derecho de insultarme, ultrajarme, humillarme. De gritarme cosas horribles, acusarme, juzgarme, volver a violarme y amenazarme cuando pedía ayuda. Así que me abracé al arte y busqué un refugio en la ficción. Estuve desamparada y tuve frío. No fui una víctima.
 Cada vez que encuentran el cadáver de una mujer asesinada, pienso que podría haber sido yo. Pero tuve suerte... Me pinté y salí a la calle con un nuevo nombre y el deseo de que se termine, que ninguna otra mujer nunca más tenga que agradecer estar viva. Dar las gracias por no terminar descartada como basura, de no ser una víctima.

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