Un mes de cuarentena

Mañana va a hacer un mes que no salgo de casa. Fue un sábado la última vez que me alejé de casa. Volví de un cumpleaños y ya no salí más. El otro día fui hasta la vereda y barrí los souvenirs de varios perros. Un domingo crucé la calle para sacar una foto de una serie de botellas grandes y vacías de vino, acomodadas estratégicamente en una fila. Seguí trabajando casi con normalidad. Todo el tiempo conectada. Adquirí nuevas habilidades y experiencias. Hice varios videos caseros para varios requerimientos. Di no sé cuántas entrevistas a radios. Contesté una larga entrevista para dos medios gráficos. Con estos datos, ya podría sentirme una estrella. Pero, como diría mi madre: no te creas tan importante. Esto también pasará. Escribí bastante. Llevo un ritmo de trabajo bueno de varias horas diarias escribiendo, que, en épocas normales, incluyen alguna caminata por el parque Xibi Xibi. Ahora son alrededor del patio o de mi dormitorio. Camino para desentrañar algunas ideas que se niegan o se resisten. Terminé mi proyecto de libro bordado, aunque no su producción. Necesitaría una cuarentena más para eso. Sentí muy cercanas a muchas personas que, geográficamente, están lejos. Hay alguien que me manda videos de músicos islandeses a la noche y escuchamos música cada uno a un lado del mundo. Y de estos momentos está hecha mi vida. No puedo pensar cómo será después. El Dr. Gutiérrez del Centro Operativo de Emergencia de Jujuy dice que el mundo nunca volverá a ser como antes. Asusta. Y alivia. ¿Se terminará con la explotación, la maldad, el egoísmo, el maltrato, los asesinatos, las violaciones? ¿Respetaremos más el ambiente y a sus habitantes? ¿Nos cuidaremos más? ¿Volveremos a besarnos y abrazarnos? ¿Y si ya me olvidé, también, de eso?