Libros libros libros

 
Algunos libros rojos de mi biblioteca 

Un recorrido por ese amor 

 Amo los libros. Desde pequeña. Desde antes de ir a la escuela. En mis recuerdos siempre aparece un libro. Cuando iba a dormir a la casa de mis tías, mi tía Yolanda sacaba de arriba del ropero un enorme libro de tapas Rojas y me leía el cuento de la Ratoncita presumida. Era un ritual lleno de magia para la niña que fui. Muchos años después, mi amiga Patricia le regaló ese mismo libro a mi hija. Y con él, toda la magia.

 Toda gran aventura comienza con un libro

 Cuando fui a la clínica para tener a mi hija, llevé un libro. Estuve semanas pensando en el libro que me acompañaría en un momento tan especial. Al final ni lo abrí. Fue tan intensa la experiencia que no tuve ni tiempo para pensar en el libro. Un viaje con un libro En mi primer viaje a Europa, me regalaron un libro para pintar y lápices de colores en el avión. Tenía tres años y recuerdo que le había pedido a mi madre una tijerita porque quería recortar uno de los dibujos. (Tenía mi libro de cuentos en mi mochila y ese era intocable) Amaba cortar. Amaba leer, descifrar esos signos que generaban voces en mi cabeza. Amaba que me lean. Nunca fui muy respetuosa ni les tuve un temor sacrosanto a marcarlos o cortarlos o dejarlos o abandonarlos. Los amaba, sí. Pero no con esa necesidad de conservarlos intactos o de rendirles culto.

 Papel 

 He ido acumulando libros a lo largo de mi itinerario lector. Libros en papel. Libros en CD. Libros online. Libros en pdf. Libros en distintos formatos y soportes. Pero siempre elijo el papel. Nada como sentir la textura del papel en la yema de los dedos. Me gustan los libros de arte y los artísticos, esos que entran por la mirada.

 Primeras impresiones 

 He comprado libros por su tapa o por su diseño o por su título. Las primeras impresiones no siempre tuvieron su correlato con las siguientes impresiones. Muchas veces, por tanto dedicarse a las formas, se olvidan del contenido. Libros que son lindos por fuera, sin nada que sostenga esa belleza. Libros huecos, vacíos.

Subrayados

 Como soy una irrespetuosa de los libros, los subrayo o les hago marcas o notas en los espacios en blanco. Es un placer indescriptible reencontrarme con esos subrayados y notas mucho tiempo después. Hace unos días, visité la GRAMÁTICA DE LA FANTASÍA, de Gianni Rodari. Está subrayado con tinta roja. Fue fácil encontrar lo que buscaba (incluso más): esos subrayados fueron un faro y me recordaron el amor y la admiración que siento por GR. ¡Ah! ¡El placer de la relectura!

Regalos

 Me gusta regalar libros. Libros que me gustaron y creo que le gustarán a quienes se los regalo. Me gusta hablar de libros. Me gusta recomendarlos. Que otras personas sientan mi emoción y mi amor. Hay algunos que puedo soltar, pero a muchos los necesito. Siento que si los presto, esa misma noche los voy a necesitar. Sin esos libros sin los que me sentiría desnuda. Nunca regalo los libros que me regalaron. Muchas veces no los leo en profundidad pero sí los leo y los conservo.

 Más lectores y menos escritores

 Siento que hay más escritores que lectores y que todos aspiran a ser escritores, pero no lectores. Me abruman las personas desesperadas en las Ferias del Libro a la caza de ofertas. ¿Todo eso que compran, lo leen? Me molestan los que escriben sin leer, los que escriben con errores ortográficos, los que justifican exageradamente lo que escriben, los que te refutan sin argumentos, los que solo prestan atención a la forma o los que se detienen solo en la historia. Me molestan esos que anteponen sus títulos y siempre han escrito algo sobre el tema del momento. Me molestan esas personas que consumen, no leen. Devoradores sin reflexión y buscadores de la novedad.

 Libros desagradables 

Me desagradan los cerrados, los obsecuentes, los panfletarios, los que tienen sabor a comida masticada. Enlatados. De fórmula. Sin voz propia. Sin alma.

 Libros agradables 

 Me gustan los libros imperfectos que no piden permiso y te vuelan la cabeza. Libros que te devoran y te llenan de sueños (o pesadillas). Libros bien escritos, que le prestan atención a los detalles, a las palabras, a la forma, a la historia. Pero, por sobre todo a esa dimensión desconocida del significado mágico de las palabras. Eso que trasciende y hace que unas hojas impresas y encuadernadas te hagan sentir el olor de la lluvia en un día soleado, el encierro de la protagonista y su miedo, el sabor de la sangre, la desazón, la orfandad, el júbilo… y sin ovaciones. Sin esas oraciones que tenés que leer más de una vez porque no las entendiste o errores gramaticales o de ortografía o de tipeo o de traducción… Nada de eso: fluidez y complejidad. Detalles que hacen que un libro encuentre lugar en mí y en mi biblioteca. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ser escritora

Los libros y el canto de los pájaros

El té y la literatura