Algunas cosas de las que me olvidé




Hace años que me olvidé de andar en bicicleta. Los españoles dicen “montar en bicicleta “, como si hubiera que amansar y domar a ese objeto con ruedas, como si fuese un animal al que le podés enseñar algo.
 Recuerdo que aprendí en una pequeña, que me hacía doler las rodillas; no tenía frenos y los pedales estaban tan desgastados que eran un tubito metálico brillante. Era la época de ET y me imaginaba volando en mi desvencijada bici y atravesando la luna.
 Cada vez que iba al lavadero de casa, buscaba debajo de la pila de ropa sucia a un extraterrestre que viviera una gran aventura conmigo. Pero así como nunca tuve una cita con ese hombre que aparece en mis sueños, nunca encontré más que algún sapo o un ratoncito sin ningún encanto, y que huyó asustado al verme. Crecí y tuve que conformarme con una aburrida realidad en la que no encontrás criaturas fantásticas en tu casa.
 Ahora en este aislamiento añoro esa bicicleta de la que, seguramente, me caería muchas veces hasta volver a encontrar el equilibrio. Porque, en Río Blanco, nada de rueditas (esas cosas son para los débiles). Tenés que ser fuerte. Valiente. Y golpearte. Los moretes se van con los días. Si sangra, te darán una sprite fría y unos duraznos de lata. Sino, podrás contar algún día tus cicatrices y serán como trofeos de las competencias que nunca ganaste. Pero serás fuerte. Y sabrás andar en una bici sin frenos: frenar con los pies o contra algún muro. Y rezar para que no se te cruce un perro o una mujer distraída con bolsas de compras. Y sea una desgracia (no al estilo de Coetzee, sino más bien al de los tres chiflados).

Comentarios

Guillermo Castillo ha dicho que…
Un excelente ejemplo que me hace recordar a García Márquez: La nostalgia, como siempre, había borrado los malos recuerdos y magnificado los buenos.

Saludos literarios.

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