Reto de lectura de mayo


En esta columna escribí más que sobre la lectura sobre algunos momentos, algunas personas y varios libros. A veces se recuerda más la escena de lectura que la lectura propiamente dicha.
Gracias a Ana Luz Alabi descubrí(mos) a grandes escritoras que aún hoy son parte de nuestro canon personal como Ana María Shua, Silvia Schujer o Adela Abrancancha.
Y un recuerdo indeleble con Gemma Pellicer y Fernando Valls.
Espero que la disfruten



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Este reto me condujo a revivir muchas emociones. La lectura me ha acompañado desde muy pequeña. Mi hija comenzó a leer mucho antes de ir a la escuela. Uno de los primeros regalos que recibió fue un libro. Era un libro rojo, impermeable, con un muñequito con chifle. No podía bañarse sin su librito. Aún da vueltas por la casa. Las siestas eran la excusa para leer. Leíamos juntas. Ella me enseñó el valor de las colecciones. Teníamos unas rutinas muy placenteras: los sábados a la mañana recorríamos librerías y ella volvía a casa con una pila de libros y yo, con otra. ¿Puedo éste?, preguntaba; y la respuesta era siempre sí. Si no respondía yo, lo hacían los dueños de la librería y siempre volvíamos a casa con un libro extra. Todavía compartimos lecturas. Es una rutina muy placentera conversar sobre los libros que leemos.
Aunque nuestros gustos han cambiado con el tiempo, tenemos nuestros autores de cabecera que nos recuerdan aquellos momentos de extrema felicidad (esto también son momentos de extrema felicidad pero diferentes). Gracias a ella conocí a Ana María Shua, con las colecciones de “Mitos y leyendas de Egipto” o con la serie de cuentos de la Patagonia. Silvia Schujer, primero con sus cuentos con imágenes y luego con los libritos de la colección de El gato de hojalata. En el podio de los favoritos estaba Ricardo Mariño, con su colección de El inventor de animales. También, los sapos y dragones de Gustavo Roldán y las rimas de Adela Basch. Cuando uno es chico, lee historias. Cuando uno crece, pareciera que empieza a leer autores.
Con mi hija, compartimos el deseo de conocer toda la obra de algunos autores. Luego de la lectura, conversábamos e inventábamos nuestros propios cuentos. Nos gustaba jugar con las palabras (rimas, acrónimos, anagramas, sinónimos, antónimos, hiperónimos, hipónimos, etc.). Inventábamos animales (con la ayuda de un libro que amamos). Nos reíamos y disfrutábamos de aquellos momentos mágicos.
 Muchos años después, el ritual previo al sueño incluye la lectura de un texto placentero. Leemos literatura antes de dormir para tener buenos sueños. Si bien esos libros son un tesoro por su valor estético y literario, siempre hemos querido compartir el placer de la lectura con quienes amamos. Usualmente nos regalan libros, pero en este reto me conmueve un regalo tan hermoso que aún permanece la emoción de aquel mediodía remoto en Tucumán. Los queridos Gemma Pellicer y Fernando Valls conocieron a mi hijita de unos siete u ocho años y quedaron encantados. Nos despedimos para almorzar y ellos nos encontraron en un local de comidas rápidas. Traían un regalo para Ana Luz: dos libros de cuentos. Todavía siento ese abrazo. Mientras escribo se me llenan los ojos de lágrimas por la emoción. Dos grandes personas y extraordinarios referentes de la microficción en el mundo hispano detuvieron el tiempo en aquel lugar inhóspito con esa niña que los encantó.
 Hoy leo esos libros y es inevitable asociarlos a la primera experiencia de lectura y al impacto emocional de esos dos españoles que le dieron tanto a mi hija (y mí).
 Buena vida y buenas lecturas 
Ildiko Nassr

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