El trabajo del escritor

El terror ante la página en blanco y los distractores

 ildiko nassr, Jujuy, 2019 


En el afán de convertirte en un escritor profesional, vas a la escritura como a un trabajo. Te levantás temprano y te sentás frente a la pantalla. La hoja en blanco del Word en el que escribís diariamente es un insulto que te paraliza y no podés responder. Te sentás mirando la pantalla. El mouse sobre el regazo, por costumbre, por seguridad. El pad del mouse se perdió y no lo reemplazaste. El impulso ahora, frente a la parálisis del silencio de la página en blanco, es salir a comprar uno. Sin eso, no puedo escribir cómodamente, te mentís. Mentís de la peor manera: sabiendo que mentís y aún así tenés el impulso de salir, de entretenerte, de huir de esa angustia ante la imposibilidad de escribir. Pero ante esa imposibilidad, otra parte de vos te impulsa a escribir. Ante la imposibilidad de escribir, escribir. A todos les pasa, te consolás. Y seguís sentada frente a la pantalla en blanco. Voy a navegar un poquito en internet: revisar correos, controlar las notificaciones del Facebook, mirar algunas fotos en el Instagram, leer las noticias en Twitter… sabés que esas actividades llenarán las horas que destinaste a la escritura.
También te mentís con aquello de un escritor siempre está escribiendo… Sí, claro que lo hace. Pero cuando ya la idea ha germinado. Hay un periodo en el que estás perdida. Cuando terminaste de escribir un texto, lo mandaste al editor y esperás una respuesta (que no siempre es favorable, pero ya te acostumbraste a las negativas y a las críticas), muchas ideas y algunos proyectos inconclusos se acumulan en tu cabeza y en tu libretita de notas. Hoy no es el día en el que las querés organizar.
Te gustaría que escribir fuera más fácil, aunque sabés que cuando pierda su carácter desafiante, dejarás de hacerlo.
Escribir es resolver problemas y responder preguntas (muchas veces, con nuevas preguntas).
Al escribir estamos solos. Solos con el universo que nos habita. Solos en el universo que habitamos. Solos con incontables distractores. Utilizás distintos soportes: el celular, la notebook, la libretita de notas… te gustan los artículos de librería. Te sentís cómoda cuando la lapicera traza dibujos sobre la página y va formando las palabras que pensaste. Algunas quedan en el camino. Entre que tu mano dibuja las letra y tu pensamiento va realizando esa traducción simultánea y la elección de las palabras que dirán (o no) tu pensamiento, contarán (o no) tu historia o tus sentimientos… generarán una emoción en ese primer lector que sos vos. En esa primera mirada a esas palabras que son tuyas y ya no lo son.
 También disfrutás con el contacto de las yemas de tus dedos sobre el teclado de la computadora y cómo se va llenando la página en blanco que antes te insultaba y que lograste callar con esas palabras que salen de tu cuerpo hacia ese cuerpo electrónico que es una extensión del tuyo. Sin estos elementos no podés vivir. Los llevás siempre en la cartera y si se pierden entre los papeles, cosméticos, útiles escolares, medicamentos, tarjetas y todo lo que cargás, en caso de necesitarlo… te volvés loca, te atrapa la angustia y sentís que perdés tu vida que está organizada en diversas apps que descargás y que te ocupan el espacio que el celular te pide de vez en cuando y no sabés que borrar porque no te querés desprender de nada. Te gustan esas fotos movidas, esos videos que te enviaron y no viste y que quisieras darte tiempo para ver. Los mensajes que tu ex te mandaban y que eran más hermosos que los encuentros en persona. Los libros en pdf que leés en el transporte público. Los memes que sólo compartís con algunos pocos amigos o con tu familia pero que mirás cuando te sentís apagada. … todas esas cosas que no son absolutamente necesarias pero que te dan una cierta seguridad, una ilusión de futuro, de que alguna vez podrán ser necesarias. Y que no nos falte el cafecito o el mate. Mientras nos vamos haciendo preguntas, sorbemos lentamente esa bebida caliente que no alimenta pero reconforta. ¿Sobre qué escribiré? ¿Cuál será mi aporte al proyecto de la literatura? ¿mi misión en la vida es escribir? ¿Escribir o ser escritora? En este punto hay que diferenciar la tarea cotidiana de quien desea construir una obra artística utilizando las palabras como materia prima de aquellos que sólo buscar la espectacularización de su imagen o de algunos de sus textos. Los que trabajan para la literatura de los que trabajan para la farándula. Sin embargo, hay un momento para cada propuesta: el trabajo solitario y abrumador de quien cotidianamente se enfrenta a la página en blanco; y la publicación y promoción de esa obra. Continuaremos en una próxima oportunidad. Las ideas y las palabras han llegado para mí. Buena vida y buenas lecturas

Comentarios

GRILLO MARTINEZ ha dicho que…
Excelente! Muy descriptivo y actualizado relato!!! Angustia mezclada con emoción, emoción de hacer algo que a uno le gusta...
Y placer de haber conseguido también un momento en el día para poder simplemente sentarse a escribir...
Saludos!
Pablo Martinez

Entradas populares de este blog

Ser escritora

Los libros y el canto de los pájaros

El té y la literatura