Odios



Así como Isabel Allende se enorgullece de su odio hacia las remolachas, me enorgullezco de mi odio hacia los gerundios, las abreviaturas (arbitrarias) y el subordinante "el cual'. Odio, también, a los policías de la lengua (especialmente a aquellos americanos que defienden "su" idioma invocando a la Real Academia Española) y esa expresión como de superioridad al hablar de la lengua y sus usos. Señores y Señoras de pomposa gramática que desconocen que la lengua es algo vivo y en movimiento. Militantes y fumdamemtalistas de una causa no del todo apehendida. 

Odio las letras ilegibles. El exceso de adjetivos. Las palabras mutiladas al estilo Marcelo Bonelli cuando dice "parcipar" en vez de "participar". Los etcétera. Los saludos con afectuosa delicadeza. La palabra nunca y también la imposible. La muletilla "nada". El síndrome de Humpty Dumpty. 

Odio los discursos apagados,. Las miradas lascivas de desconocidos y sus palabras como balas o cuchillos. Odio la falta de reglas de verosimilitud de la realidad. Las explicaciones innecesarias. Las recetas mágicas. Las puertas cerradas. La carencia de sonrisas. La vida sin música, risas o abrazos (si no saben abrazar, pierden el tiempo conmigo) .

¿Cuánto odio cabe en una sola persona? 

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