Toxina

 Unos amigos me regalaron una bolsa con libros. A la mayoría no los habían leído. Me dan mucha tristeza esos libros que nadie lee o que ocupan un lugar en la biblioteca sin que nadie les preste atención. Así que decidí leerlos. Empecé con el impoluto “Toxina", de Robin Cook. Al terminar de leerlo, le dejé algunas huellas, sobre todo en la tapa y un raspón en la contratapa porque se me cayó mientras leía. Pero sigue en buenas condiciones. Mejores condiciones porque fue leído.



Termino la lectura y mi primer pensamiento es ¿Cómo se escribe una novela de 400 páginas y que te atrape? Julia Cameron sostiene que un escritor bloqueado es aquel que quiere escribir bien. Robin Cook no pretende escribir bien, sino crear conciencia (lo de vender libros es otro tema). Un libro se convierte en “mejor vendido” porque atrapa a los lectores, acaso por la publicidad o por la facilidad de su lectura.

Un médico puesto a escribir. Un mensaje muy fuerte para concienciar a los lectores (acaso también a quienes no lean el libro, pero se enteren de él). Configura los personajes con asideros realistas. El escritor es médico y su personaje principal también lo es. Sabe del sistema de salud. Ha estado incontables veces en un quirófano.

Es notorio el paso de los años desde su escritura hasta la lectura, hoy, en 2021. En aquel momento, los celulares se utilizaban para hablar. Había teléfonos públicos en todos lados y teléfonos fijos en cada casa. Son elementos que ayudan a la trama.

Todo el tiempo me pregunté qué haría si me pasara a mí. Hice memoria y la pandemia del síndrome urémico hemolítico fue terrible. Provocó un menor consumo de carne vacuna, sin embargo, las grandes cadenas de hamburgueserías no se inmutaron.

Me explico con la sinopsis del libro que aparece en la contratapa:

“Kim Reggis, un famoso cirujano cardiovascular, lleva a su hija Becky a cenar la típica hamburguesa con patatas fritas, sin imaginar que este acto cotidiano cambiará su vida para siempre. En los días siguientes, Becky caerá gravemente enferma a causa de una intoxicación producida por una bacteria letal. Desesperado ante el inexorable destino de su hija y arriesgándolo todo, Kim decide investigar las causas de la extraña enfermedad, lo que lo conducirá por un laberinto de intereses que anteponen los beneficios económicos al juramento hipocrático, y que salpican hasta las más altas instancias gubernamentales”.

Si mi hija de 10 años muriera por comer una hamburguesa media cruda y contaminada, me moriría. Este médico fue a buscar los culpables y fue tras los eslabones de la industria de la carne vacuna. Llegó hasta el matadero del que había salido la carne que se transformó en el arma asesina. No empaticé con el dr. Kim Reggis casi en ningún momento. Lloré cuando no pudo hacer nada por su hijita. No podía dejar de leer porque quería saber qué acciones realizaría este personaje tan particular que ha ido transformándose a lo largo de la novela.

Es para pasar el tiempo, sí, pero también para plantearse de dónde vienen los alimentos que consumimos frecuentemente. También me llamó la atención el detalle de las deficiencias de un sistema de salud del primer mundo, tan parecidas a las de este tercer mundo (incluso peores. En experiencia personal, estuve muchas veces en las guardias de hospitales públicos y siempre me atendieron con celeridad. En la novela, demoran tres horas y no le dan solución).

Leer este tipo de libros es como comer comida chatarra: rápido y gratificante. Pero.

Se me ocurre un lugar común (para estar en sinfonía con esta lectura): “Escribir está bien. Escribir bien ya es avaricia".

Robin Cook: “Toxina”. Traducido por Gemma Moral. Ed. Debolsillo. Penguin Random House, Argentina, 2016


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