Día de los inocentes

De chicos no sabíamos que este día tenía su origen en un episodio nefasto de la historia y nos divertíamos y enojábamos con las bromas de las tías. Todos caíamos en sus bromas. Eran “buena gente del campo" así que todos confiábamos en su buena fe. Eran bromas muy inocentes pero ellas se reían con la simplicidad de los niños y luego volvían a su seriedad habitual. Cambiaban el azúcar por la sal y te convidaban mates salados y la comida se arruinaba (o mejoraba, según cómo se saboree) con el azúcar. Hacían empanadas y humitas rellenas de algodón y las ofrecían a clientes y proveedores del almacén.
 -Comé, comé-, insistían. -Estuve cocinando toda la noche…
 Y ¿cómo negarte? Casi siempre sus bromas tenían que ver con lo gastronómico. Pocas veces te decían que tenías sucia la cara y te "limpiaban" con betún de zapatos. Soy la menor de mis hermanos (y durante mucho tiempo, la menor de los primos) así que tengo menos recuerdos de las hermanas de mi papá en este día que, poco a poco, dejaron de festejar.
 El único día del año que se permitían reírse a carcajadas hasta que les dolía la panza era el 28 de diciembre. Celebro este día y las recuerdo con cariño.
 Celebro la libertad de reírme hasta que me duela la panza cualquier día del año.

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