Leer y dormir

Hábitos que se adquieren en la niñez y no se pueden abandonar. Leer antes de dormir es un placer ineludible. La lectura como trampolín hacia el sueño (o la imaginación)

No puedo entender una vida sin la lectura. Siempre leí, aunque no siempre hubo libros en casa. En la casa de la infancia teníamos un mueble con puertas de vidrio verde. Mi sueño era que se llene de libros. Libros leídos y vividos. Ahora, muchos años después, no sé qué hacer con tantos libros. Mi casa es una biblioteca. Me gustan los libros pero más me gusta leer. No concibo la vida sin leer. Un día sin lectura es un día perdido. Pero tampoco soy un ratón de biblioteca o una esclava de los libros. Me pierdo en la intensidad de los placeres terrenales como cualquier otra persona. Pero eso sí, no puedo dormir sin antes leer alguna página de un libro. A veces el cansancio es tan grande que sólo leo unas pocas líneas y me duermo. A veces me paso varios días leyendo la misma página  porque el cansancio es tan grande que me duermo/muero.
Cuando él me invita a dormir a su casa no llevo un libro ni el cepillo de dientes. No quiero que malinterprete las señales. Conversamos un poco y él se duerme. Alguna vez dijo mi nombre mientras dormía. Sin mi lectura no puedo conciliar el sueño y miro a ese hombre que confía en mí y se entrega al sueño a mi lado. Podría ser una ladrona o una asesina pero él no lo cree así. De otro modo, o no me invitaría o tomaría recaudos.
Cuento ovejas, las esquinas del techo, tarareo una canción (le incomoda que silbe bajito)yo quería dormir contigo y tú no querías dormir solo, pero el sueño no llega. Doy vueltas en la cama, me abrazo a él. Lo acaricio. No quiero despertarlo y me acurruco en la orilla de la cama. Me gusta dormir con él, por eso también quisiera conciliar el sueño. Miro los mosaicos del piso, asomo la mitad de mi cuerpo para ver debajo de la cama. Hago un inventario mental de las telarañas. No uso el celular. La luz podría interrumpir su sueño. Cierro los ojos. Pienso en todo lo que sucedió en el día y en lo que tengo que hacer mañana.
Se me mezcla con algunos recuerdos de la infancia. Siempre pienso en cuando era chica. Era tan feliz y no lo disfrutaba. En casi todas las fotos se puede palpar la tristeza. Parecía una niña triste pero era feliz. Disfrutaba de mis juegos solitarios, de mezclar cosas en el asador, de inventarles nombres a los árboles y crearles unas vidas demasiado humanas. Pero lo que más vívido recuerdo son esas escenas de lectura en las que aquella niña aparece con un libro entre sus manos y al rato está peleando con tigres, o viajando en globo o corriendo detrás del capitán de un barco o escapándose del Palacio para ir a recorrer su reino. Empezaba siendo un libro común de tapas rojas, o azules o amarillas y se convertía en el modo más mágico de vivir aventuras y escaparse a otros universos. Todo es posible en esos mundos. Mundos tan parecidos al de los sueños. Creo que por eso necesito leer antes de dormir. Estímulos sensoriales e imaginativos para salir de este mundo a ese otro, lleno de fantasía donde todo es posible. Aún hoy, siendo adulta e independiente, en la cama de un hombre que empiezo a amar y me invita a dormir con él, necesito una dosis de invención literaria.



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