un día cualquiera

a Flavia Company 

Nacho había salido de trabajar más temprano de lo acostumbrado. Un grupo de manifestantes tomó las oficinas, refugiándose de la policía. Después de un correteo, gritos, incertidumbres e idas y vueltas, su jefa decidió darles el resto del día libre.


-Una situación demasiado traumática. Vayan a sus casas, directamente a casita-, les había dicho, como insinuando que saldrían de allí para hacer compras o tomar café en alguna confitería del centro. Él decidió volver a su depto. y descansar. Acaso mirar un partido de fútbol, pedir una pizza…

Nacho no se enteró (no quiso enterarse) de cómo salieron las manifestantes ni qué pasó después.

Volvió a su casa. Abrió la puerta de calle y se fijó si había alguien en el hall de entrada, como hacía siempre. Lo perseguía la idea de un psicópata escondido en ese lugar oscuro, sombrío: aterrador. Siempre tomaba algunas precauciones. Inútiles, como bromeaban sus amigos.

-Si alguien te quiere matar, te mata y lo va a hacer en cualquier lugar. No tiene por qué ser precisamente en la entrada de tu casa. Los asesinos no son tan tontos. Cuidate más bien de otras cosas, como pagar tus cuentas, por ejemplo, o usar forro…

Siempre terminaban a las risotadas pero Nacho seguía con ese miedo irracional.

Entonces, abrió la puerta, entró corriendo hacia las escaleras y las subió en un suspiro. El departamento se veía diferente con la luz de la tardecita. Le gustaba. Pediría que le cambien el turno de trabajo en la oficina para llegar a esta hora.

Prendió el televisor. Un noticiero absurdo y reiterativo. Lo de siempre, pensó.

Se sacó la corbata, los zapatos, tiró el saco en el sillón y se metió en el baño. Tenía algunas revistas y un par de libros, que leía casi simultáneamente y sin prestar demasiada atención.

Se acomodó en el inodoro y se dispuso a leer una revista de autos y motos. Él no manejaba y no le interesaban especialmente estas cuestiones, pero le parecía un toque masculino para incluir en las conversaciones. La hojeó hasta encontrar algo más o menos interesante para leer.

En eso estaba cuando sintió algo extraño. Un ruido, un temblor. No podía definir con precisión lo que pasaba. Solo atinó a intentar subirse los pantalones, sin éxito.

El piso del departamento se desplomó hasta convertirse en polvo y escombros. Sintió que el mundo se le hundía bajo los pies. Sin embargo, solo podía pensar en lo terrible que sería morir con los pantalones abajo, sentado en el inodoro.

Comentarios

Flavia Company ha dicho que…
Muchas gracias. Qu{e gusto que el intercambio de ideas produzca ideas, que la escritura sea estímulo de la escritura. Un abrazo.

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