Hermosa

No. No eran los vestidos caros de diseñador los que te hacían lucir hermosa. No eran, tampoco, tu voz dulcemente chillona ni los gestos entre aniñados y seductores los que volvían locos a todos a tu paso. Acaso era la totalidad de lo que fuiste (y sigues siendo): esa energía sobrecogedora y escandalosa, que irradia luz en una habitación oscura. Te vestiste con una bolsa de papas y deslumbraste al fotógrafo, atravesaste la cámara y nos sacude, muchos años después, tu mirada entre triste y soñadora. Tal vez pensabas en la mirada de tu amado, en sus manos recorriendo tu piel, en sus promesas de amor incumplidas. ¿Qué otros sueños esconderá tu mirada? ¿Qué belleza trascendental explota en el conjunto de tu imagen, cuando todavía eras Marilyn y ya no la desdichada Norma Jeane?

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